Vanguardia y tiempo histórico
En: Espacios de crítica y producción. -- Vol. 11 (ago.-set., 1992). --
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1992
Las vanguardias pueden hallar su punto de partida filosófico en lo que podríamos denominar puesta en abismo de la modernidad. Bastaría acercar a Rimbaud y a Nietzsche para situarnos en materia. Rimbaud porque propone ser moderno como un deber ser absoluto, y Nietzsche porque define la moderrnidad como otro deber, el de ser inactual, intempestivo, extemporáneo. En otro sentido, la filosofía nietzscheana del Superhombre, o de un sujeto más que humano, transhumano y, por ello mismo, extremadamente moderno y transmoderno privilegia el futuro y se constituye, por ello, en futurista. Pero no se trata de privilegiar el futuro como aquello que vendrá después, o sea la progresión y, eventualmente, culminación de la historia, sino del futuro como inhumación de la historia, ese tiempo auroral donde aparecerá un ser más que humano, capaz de descargarse de la propia historia. Un futuro que será la hora cero de una nueva historia, tal vez la primera o la auténtica. En la fantasía fundacional del socialismo marxista hay algo parecido. Los hombres que tenemos prehistoria, seremos plenamente históricos y, en consecuencia, plenamente humanos, sólo cuando vivamos en una sociedad completamente socializada.
De Nietzsche, los futuristas toman la figura de la vida como continua renovación, algo que subsiste a precio de ser siempre distinto de sí mismo. El futuro es el tesoro de lo distinto, de la alteridad y merece valorizarse como un horizonte en constante desplazamiento, una línea inalcanzable.
Las vanguardias se proponen abolir el tiempo histórico, instaurando un absolutismo del arte que deriva hacia otros absolutismos: el nihilismo dadá, el fascismo futurista, el comunismo de los surrealistas. Abolir la historia es abolir lo relativo, acabar con la pluralidad, fundar en el desierto del tiempo uan comunidad de iguales, o sea de sujetos homogéneos.
ISBN: 0326-7946