(1901-1978)
Reflexión inocente sobre tipos literarios
En: Síntesis : Artes, Ciencias y Letras. -- Año 2, Vol. 18 (nov., 1928). --
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1928
El gaucho, como toda lejanía, adquiere valor simbólico hacia el final de su aventura literaria.
El ciclo gauchesco parece terminar con el último capítulo de Don Segundo Sombra. Éste es el criollo que se aproxima al pueblo y que se entiende con patrones ingleses. Resumen de una época, figura proyectada en alucinación de sombra, su raza tiene inmortalidad por delante. Como realidad inmediata, se nos aparece marchito. Nada puede añadirle la narración. Su fantasma, su persona abstracta, se acomoda al lirismo. Sobra lo descriptivo allí donde hay aliento añoso de casta, valores que se prestigian por inaccesibles.
Son estos hombres del llano, de aquí cerca, los más vivientes de nuestra cunplida literatura pastoril.
El compadre, literariamente, es un comienzo de símbolo urbano. Un guarango fechado el 900 y modificado en su idiosincrasia por el posterior aluvión inmigratorio. Se aparece como una intermediación situada entre el campo y la ciudad, o mejor, como una figura de transición que puede ubicarse entre el criollo campesino y el gringo.
El malevo reciente manifiesta un espíritu diverso y parece un fruto de convergencias raciales. En ocasiones, moviliza su guapeza con fines económicos.
El inmigrante presenta variedades individuales apenas esbozadas en nuestra literatura. La numerosidad de sus tipos va desde el bolichero de campaña hasta el complicado aventurero de ciudad.
El hombre de Corrientes y Esmeralda aparenta estar ejercitado en la viveza. Mueve su espíritu con direcciones de aventura y en ocasiones parece un "ventajero".