La vida le encumbró y le arrojó desde lo más alto, pero él no dejó de sonreir y continuó su tarea como observador implacable del alma. La caprichosa historia desechó la imagen de alguien animoso, que trabajó sin tregua por su ciudad y su país, alguien que detestaba la imbecibilidad sobre todas las cosas y que, entre burlas e ironías, soltaba verdades sin decoro. También ese fue Maquiavelo. El mismo al que la historia, en su capricho, prefirió nombrar ayudante del diablo.
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Maquiavelo : No pierde la sonrisa
En: Filosofía Hoy. -- Vol. 6 (2011). -- Madrid : Globus, 2011
La vida le encumbró y le arrojó desde lo más alto, pero él no dejó de sonreir y continuó su tarea como observador implacable del alma. La caprichosa historia desechó la imagen de alguien animoso, que trabajó sin tregua por su ciudad y su país, alguien que detestaba la imbecibilidad sobre todas las cosas y que, entre burlas e ironías, soltaba verdades sin decoro. También ese fue Maquiavelo. El mismo al que la historia, en su capricho, prefirió nombrar ayudante del diablo.